El aprendizaje musical va mucho más allá de los límites formales del currículum. Enseñar significa motivar, mostrar al alumnado caminos ayudándoles y facilitándoles el descubrimiento de nuevos recorridos para que construyan sus aprendizajes.
El universo referencial de nuestros estudiantes queda lejos de lo que la escuela pretende enseñarles y, sobre todo, de “cómo” pretende enseñárselo. Ya no queremos “saber” solamente; necesitamos “saber hacer”. Queremos que nuestros alumnos aprendan desde la experiencia: hacer, equivocarse, compartir, reflexionar, negociar, rehacer, relacionar, descubrir y, finalmente, formalizar lo que se ha aprendido y reutilizarlo. A la vez, el alumnado tiene que aprender a relacionarse con el entorno de manera abierta y sin prejuicios, debe aprender a sopesar las distintas vías posibles y desde diferentes parcelas de mundo experiencial.
Y es que un contexto social que requiere imaginación y singularidad, los estudiantes necesitan ejercitarse en el pensamiento lateral. Ya hace más de una década que la UNESCO defendía en su Conferencia Mundial sobre Educación Artística la importancia de construir capacidades creativas para el siglo XXI:
“La educación en y a través de las artes también estimula el desarrollo cognitivo y hace que el modo y el contenido del aprendizaje resulte más pertinente para las necesidades de las sociedades modernas en las que vive el que lo recibe”